La gente está cansada de ver desgracias por televisión, cansada de recibir el bombardeo de malas noticias cada día en los telediarios o de sufrir atascos por culpa de la huelga del transporte.
Nos estamos instalando en el pesimismo y la crisis ya no la cuestiona nadie. En política, parece que lo único que importa es cuidar la imagen y guardar las formas. Tras meses de centrar todos los debates en la falta de agua en Catalunya, ahora que ha llovido y se han llenado los embalses, las luchas internas en ERC nos las pretenden vender como ejemplo de democracia y transparencia de partido. Las palabras parecen contar más que el contenido, pero siempre nos quedará el fútbol, y la roja está imparable.
Sabemos lo que mueve el fútbol y las audiencias que generan las retransmisiones televisivas de la selección española. Lo que pasa es que en estos momentos la Eurocopa se ha convertido en la válvula de escape de los problemas diarios de la gente. El deporte tiene esto. Es saludable, genera negocio y, además, es la mejor terapia contra la monotonía. Detrás de las cantidades que mueve este evento está la industria de la venta de emociones, sentimientos e ilusión colectiva, tan necesaria siempre.
He oído algunos comentarios acerca de la indecencia de estas cifras en tiempos de apretarse el cinturón, como los más de 1.400 millones de euros que se manejan entre televisión, transportes, ticketing, merchandising o patrocinadores, pero es justo decir que con este gran negocio la economía europea sale también revitalizada y se crean muchos empleos. Adidas, Coca Cola, Carlsberg, MasterCard o McDonalds, entre otros, aportan más de 70 millones a la Eurocopa. El beneficio estimado por partido en la venta de derechos de TC se sitúa en torno a 40 millones, teniendo en cuenta que la venta global asociada a toda la competición supera los 880 millones de euros.
La UEFA ha conseguido rentabilizar al máximo un acontecimiento en el que todos salen ganando. Los clubes cobrarán 4.000 euros por jugador y día desde antes del comienzo de la Eurocopa, minimizándose el eterno enfrentamiento con los clubs, que ven peligroso ceder a sus jugadores por las posibles lesiones o el cansancio acumulado. Las federaciones tienen en esta competición una máquina de generar ingresos, ya que se repartirán más de 184 millones de euros; incluso las federaciones de los eliminados en la primera fase recibirán 7,5 millones. Pasar a semifinales se premiará con tres millones y el campeón se embolsará 23 millones. Cada árbitro ganará 10.000 euros por partido pitado (se lo merecen), y para los jugadores, participar con su selección supone un salto impresionante en su carrera deportiva. El mejor ejemplo es Villa, uno de los hombres de la Eurocopa.
Mociones de censura del FC Barcelona al margen, la Eurocopa ha logrado ilusionar a la población, un hecho que demuestra lo saludable del deporte, aunque se practique haciendo zapping.