La delicada salud de hierro de nuestro fútbol
La inversión en fichajes de los clubes españoles de fútbol se ha reducido a casi la mitad este año en una liga que ha empezado un tanto fría en cuanto a expectación mediática, como demuestran las audiencias y la asistencia a los estadios. Los socios de los dos grandes equipos españoles, Fútbol Club Barcelona y Real Madrid, parecen desmotivados, quizás debido a los problemas extradeportivos vividos este verano en Can Barça o a los intentos fallidos del real Madrid de fichar a “cracks” como Cristiano Ronaldo. El sábado pasado el Camp Nou registró la peor entrada en un debut liguero desde 1984, con menos de 55.000 espectadores. Lo cierto es que hemos pasado de los más de 440 millones de euros gastados por los clubes de la LFP la temporada 2007-08 a los 270 millones de euros de esta. Lo podríamos achacar a la crisis, aunque en Inglaterra, por ejemplo, estamos viendo justo lo contrario, su liga no deja de crecer (615 millones de euros invertidos según Deloitte), y más cuando magnates Árabes están comprando clubes de fútbol, como el Manchester City, reventando así el mercado, como en su día hizo Abramhovic con el Chelsea. Si queremos competir con ellos y crecer económicamente, no podemos limitarnos únicamente al patrocinio deportivo, ya que las empresas están recortando sus presupuestos de marketing (en el mejor de los casos) por la coyuntura económica actual o desapareciendo, como ocurre con las constructoras y las empresas inmobiliarias. Tampoco confiemos en que la venta de los derechos televisivos de los espectáculos deportivos seguirá la misma progresión de los últimos años. La llamada “guerra del fútbol” entre Sogecable y Mediapro está más abierta que nunca, y al final esto nos pasará factura, lo que repercutirá negativamente en los ingresos que la propia LFP y los Clubes (ojo a la burbuja audiovisual). Las estructuras deportivas profesionales deben adoptar nuevas fórmulas para generar más ingresos. El F. C. Barcelona ha aparcado momentáneamente el faraónico proyecto de remodelación del Camp Nou (ahora hay cosas más urgentes), mientras que otros, como el RCD Espanyol, con objetivos deportivos diferentes, están preparados para la inauguración del estadio de Cornellà-El Prat (un complejo comercial, lúdico y de negocios), con el que esperan generar más ingresos haciendo sostenible su proyecto deportivo. Nos acercamos más al modelo anglosajón de convertir los estadios en verdaderos centros de negocios y entretenimiento. Pero la clave sigue siendo la gestión de los clubes como grandes empresas multinacionales y el control que se debe ejercer sobre ellas para que no estiren más el brazo que la manga. También las estructuras federativas y sus sistemas de elecciones, ancladas en el pasado, deberían evolucionar, adaptándose a nuestros tiempos. El fútbol, y el deporte profesional esta cambiando de estrategia ante el nuevo escenario, como brillantemente explicaba Jaime Lissavetzky hace unas semanas en Barcelona. Sería de agradecer, sin embargo, que la administración tomara medidas en la línea de estimular a las empresas que quieren invertir en deporte, como ocurre en Estados Unidos, Inglaterra y otros países, revisando la actual ley del deporte y la del mecenazgo. Ahora, que estamos en lo más alto en cuanto a resultados, es el momento de tomar medidas que nos hagan ser más competitivos en el futuro.