En el actual escenario de recesión económica, el deporte profesional tiene que tomar medidas estratégicas ante la evidente amenaza de quiebra y el elevado endeudamiento de muchos clubes europeos. Leíamos hace unos días que la UEFA estudiaba imponer algún tipo de impuesto de lujo sobre las estrellas de los clubes más ricos de Europa para compensar la gran desigualdad existente, tanto económica como deportiva, entre los equipos grandes y los modestos, aunque no tienen claro cómo hacerlo. Para esto, se están fijando en el modelo americano de franquicias, como las ligas de beisbol, la NBA o la NFL, con un sistema de regulación económica que garantiza la igualdad y emoción de la competición y su sostenibilidad financiera, aunque es muy difícil de implantar aquí. Por ejemplo, la NBA, en el año 1983, introdujo el tope salarial para evitar la imparable inflación que existía esos años, donde el coste salarial de las estrellas de la NBA superaba los ingresos obtenidos por la propia liga, con una gran desigualdad que mermaba el interés de los aficionados, provocando una caída de las audiencias televisivas, hasta el punto que en las finales de la NBA del 80 y 81 se retransmitieron en diferido. Comenzó también una peligrosa dinámica de venta de equipos (que quizás veremos por aquí a corto plazo), que condujo finalmente a una regulación que hoy en día es una referencia en este negocio y que, pese a la crisis, afronta con éxito sus planes de expansión mundial. Su instauración provocó un antes y un después y dio solidez al modelo económico de la NBA. El tope salarial no es una limitación remuneradora de los jugadores, sino un porcentaje sobre los ingresos obtenidos por la liga que se destina a fichajes (el 53% entonces), junto con un requisito mínimo de salario por equipo. Era como convertir a los jugadores en socios de la futura liga que se estaba construyendo. En sus inicios, el tope salarial era de 3,5 millones de dólares y actualmente supera los 50 millones de dólares, en plantillas de 16 jugadores, muy inferiores a las del fútbol. El tope salarial o “salary cup” garantiza la salud económica de la propia competición y la de las franquicias (clubes), así como los ingresos y los gastos en salarios de los jugadores, ofreciendo la posibilidad incluso, de ser rentable. También reduce la ventaja de los equipos más ricos para fichar a los mejores (y más caros), propiciando el equilibrio y la igualdad imprescindible para garantizar el espectáculo. El otro concepto es el del “draft”. Éste también fija límites a la posición dominante de los más ricos, aunque en Europa no es posible su implantación de momento. El elevado número de ligas nacionales y de distintas normativas en cada país hacen inviable este modelo. La UEFA concluyó hace años que en aquí era imposible el sistema de tope salarial por las diferencias entre los tratamientos fiscales de los diferentes países con equipos jugando competiciones nacionales y europeas. Ahora se replantean la posibilidad de avanzar en un modelo sostenible para los clubes de fútbol, siendo conveniente que las cinco ligas más importantes, (Inglaterra, España, Francia, Alemania e Italia) adopten de forma conjunta una postura idéntica. Hay mucho en juego.