La central
FERRAN MARTÍNEZ – 15/08/2004
Para mí ha sido emocionante ver como Grecia ha sido capaz, finalmente, de abrir de manera tan espectacular unos Juegos que muchos pensábamos que no llegarían a tiempo. Durante mis casi cuatro años viviendo en Atenas observé como a pesar de los problemas en la construcción de las distintas infraestructuras, sobre todo la villa olímpica y las carreteras y autopistas que comunican la ciudad con el nuevo aeropuerto, la gente estaba convencida de que Grecia se mostraría al mundo como un país moderno y preparado para ofrecer los mejores juegos de la historia en la cuna del olimpismo. Me preguntaban frecuentemente sobre los cambios de Barcelona después de los juegos de 1992, y estaban ansiosos para que llegara el 2004 y su vida cambiara. Tras la inauguración, varios amigos griegos me llamaron orgullosos para preguntarme qué me había parecido la ceremonia inaugural. Estaban tan maravillados como yo.
Desde su llegada a la villa olímpica, los jugadores y los integrantes de las distintas delegaciones experimentan sensaciones muy especiales. Recuerdo cómo, con 20 años, en los Juegos de Seúl 1988, coincidía frecuentemente con una niña de quince, pequeñita y tímida, en la planta baja de nuestros apartamentos, en la zona para lavar la ropa. Era Arantxa Sánchez Vicario. Resulta curioso observar como tras dieciséis años vuelve a estar allí como una veterana y con una larga carrera a sus espaldas en sus quintos Juegos consecutivos. La infanta Cristina, que participaba en vela, también era una más entre nosotros y la convivencia entre los atletas de todas las modalidades deportivas era una experiencia única.
En todos los Juegos Olímpicos ha habido sorpresas, y en aquellos la selección rusa de Arvidas Sabonis consiguió el oro ante Yugoslavia, ridiculizando al equipo americano liderado por el ‘almirante’ David Robinson. Tuve la suerte de coincidir en Seúl con Florence Griffith, una de las reinas de aquellos Juegos, o presenciar la carrera más rápida de la historia con Carl Lewis y Ben Johnson, este último como triste protagonista por su sonado positivo en el control antidopaje. Poder cruzarte en la villa olímpica con estrellas como el nadador Michael Phelps, o con tantos otros atletas que entrarán a formar parte de la historia olímpica, es un gran aliciente. Por ello, nada se puede comparar a unos Juegos Olímpicos y nuestros deportistas tienen que disfrutar del momento mientras compiten con los mejores.
Para el mundo del baloncesto la ilusión es muy grande. Contamos con un equipo capaz de luchar por la medalla y que está a un nivel de juego próximo al que, según todos dicen, es el máximo favorito, el ‘dream team’ de Tim Duncan, Iverson, Lebron James… Desde el punto de vista del jugador, el solo hecho de estar viviendo este ambiente entre los mejores del mundo compensa sobradamente las ansias y nervios del debut olímpico. Pero por fin ha llegado el momento de la verdad y la selección española de baloncesto tendrá que romper hoy el hielo ante China, y comenzar con buen pie ante un rival complicado por su estilo de juego y el desconocimiento de sus jugadores. En las filas de los chinos cuentan con Yao Ming (Houston Rockets), el líder, y con el jovencísimo Jianlian Yi, ala-pívot de 2,16 metros y dieciséis años, llamado a ser una gran estrella en la NBA.